martes, 5 de mayo de 2009

DERECHOS:

Las mujeres no llegan a la cima
El llamado techo de cristal impide que las ejecutivas alcancen cargos directivos


* Tienen mejores condiciones para el liderazgo

* Son más valoradas las habilidades caracterizadas como masculinas



Aunque las mujeres participan cada vez más de la población económicamente activa, los puestos de dirección les están en gran medida vedados. Y éste no es un fenómeno propio de un hipotético machismo argentino ni un hecho propio del Tercer Mundo. También en los países centrales existe lo que ha dado en llamarse el techo de cristal.

El techo de cristal marca el límite del universo de puestos a los que acceden habitualmente las mujeres. Rebecca Johnson, en un artículo publicado por People Management, sondea las razones por las que se mantienen estos límites a pesar de la creciente corriente de opinión sobre las ventajas que, en teoría, tienen las mujeres para liderar en el mundo corporativo actual.

En efecto, muchos académicos, futurólogos y gerentes de primera línea (entre ellos, el número uno de Telefónica de España) están convencidos de que las mujeres son mejores líderes que los hombres y de que, tarde o temprano, pasarán a la delantera en el mundo de los negocios. Basan sus predicciones en las estadísticas que indican que las mujeres, en promedio, obtienen mejores notas en cada uno de los niveles educativos y, fundamentalmente, en que por sus cualidades innatas tienden a estar mejor calificadas para trabajar en la nueva economía.


Reconocimiento masculino

Los estudios que Shere Hite toma en su libro Sex and Business, dan cuenta de un creciente reconocimiento por parte de los gerentes varones, de ciertas características femeninas que las convertirían en excelentes número uno.

Entre ellas, destacan la relativa indiferencia a los símbolos de status, una forma innovadora de pensar, mayor productividad, capacidad de servicio y mejores cualidades relacionales y de comunicación.

Ya desde la década del 70 se ha documentado que el estilo de liderazgo de las mujeres difiere del de los hombres. En los términos del clásico estudio de Judy Rosener de principios de los años 90, las mujeres tienden al liderazgo transformacional, basado en la motivación y el apoyo, mientras que los hombres eligen un estilo transaccional, basado en los métodos tradicionales de ordenar y controlar.

Un artículo de Linda Grant y Richard Hagberg aparecido en la revista Fortune en junio de 1999 indicaba que los CEO que eran manipuladores, impacientes, dominadores, críticos de otros y egocéntricos eran los que peor rendimiento habían tenido en tests de personalidad y en la evaluación por parte de sus colegas. Esos Rambos gerenciales creaban en sus organizaciones una atmósfera

de supervivencia del más fuerte, desalentaban el trabajo en equipo y no tenían la habilidad para desarrollar el talento en sus colaboradores. En síntesis, representaban el abecé del liderazgo transaccional, el manual de lo que no hay que hacer en las organizaciones modernas.



Competitividad y capacidad de decisión

Sin embargo, el estereotipo más aceptado de gerente de primera línea sigue manteniendo las características más individuales y asociadas a lo masculino, como competitividad y capacidad de decisión, en lugar de incorporar las habilidades relacionales habitualmente catalogadas como femeninas; por ejemplo, empatía y comunicación. En el mantenimiento de este estereotipo podrían encontrarse los motivos por los cuales el techo de cristal sigue vigente. Esta es la posición que sostienen las investigadoras inglesas Sue Vinnicombe y Hilary Harris.

Según ellas, el aspecto informal de la cultura organizacional en la mayoría de las empresas ha adoptado y mantiene definiciones masculinas de aspectos centrales como compromiso con la organización, éxito en la carrera y dedicación al trabajo. Estas definiciones subyacentes pueden incluso ser contradictorias con los mecanismos formales de selección y promoción, pero son los que, en los hechos, determinan que el acceso a puestos de dirección esté prácticamente vedado a las mujeres. Para muestra, basta un botón. La definición de éxito es diferente para los hombres que para las mujeres. Los primeros tienden a relacionarlo con el ascenso a puestos de jerarquía y a laobtención de mejores salarios. Las mujeres, en cambio, consideran exitosa una carrera en la que logran reconocimiento personal e influencia, así como un cierto equilibrio entre su vida profesional y extralaboral. El hecho de que la definición informal de éxito en la organización esté ligada a la visión masculina (más materialista) y no a la femenina (más simbólica) hace que las mujeres sean vistas como menos ambiciosas, menos interesadas en su trabajo y, por lo tanto, menos adecuadas para ocupar cargos gerenciales.

Evidentemente, en materia de inserción femenina en el mundo del trabajo se ha avanzado mucho, pero queda aún mucho por hacer.



Por Gabriela López Galelo

Especial para La Nación

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